WLADIMIR BOROA
SOBRE EL LIBRO
“El universo poético de Escatología, aunque se anuncia como circunscrito a un horizonte específico, más que ser un conjunto de poemas para un posible holocausto nuclear, es un abanico de experiencias humanas atravesadas por un pathos trágico, por la conciencia de un fatum, que trasciende lo coyuntural y se constituye como propio de la existencia, aquí o allá, antes o después. Cada nacimiento —de un individuo, de un pueblo, de una civilización— lleva implícita su muerte desde el principio: “Se urdieron los sepulcros sobre aquel primer día / cuando en nuestras miradas brilló la luz primera”. Lo que nos espera en el futuro como aldea global, parecen decirnos los poemas de Escatología, no es distinto de lo que ya ha acontecido innumerables veces: seremos una babilonia más dentro del ciclo de engendramiento, desarrollo, decadencia y muerte que retorna eternamente.”
Micaela Paredes
Arrojado a ser la vida, los dóciles días que un hierro ignoto impulsa, giran hacia la nada. Los viejos talismanes de los que hablara Borges distraen la mirada hacia su promesa blanca. Una promesa que sólo cabe tras los párpados cerrados. Las voces de todas épocas (el clasicismo palpita en presente en esta obra) es a nosotros, hoy, a quienes señalan. Porque cada nacer es un nuevo nacer del mundo y, con él, la paciente herrumbre halla su cuerpo. Paciente ante un amor que nos refugie, ante la piadosa herejía de la lágrima, ante el anhelo de la luz más tenue o en las manos mismas que disponen el destino. En estas páginas se debate la conciencia clara de la muerte, el melodioso regazo de la nada, con sus formas más sutiles y, acaso, más mendaces. De impecable factura formal, la sabia belleza de estos poemas dará su raíz a quien se sabe herido, a quien se sabe de la muerte, a quien durante su blanda huida no puede esquivar la mirada a la sombra que arrastran sus talones. Y, sin embargo, con ella, el poeta canta. Canta sin abjurar, sin dolerse. Porque sabe que no hay otro modo de cantar la vida y porque cantar la vida es también rendir honor a sus silencios. Porque ha abierto los ojos y ante este espejo se contempla como herrumbre. Espejo ante el que basta una mirada. Herrumbre a la que basta haber nacido.
Jorge Pérez Cebrián
Sobre el autor
Rapsoda por oficio, epitafista por convicción. Vladimir Boroa ha desarrollado su obra profanando la tumba del verso medido, la cadencia y la rima, abarcando los temas y tópicos de la literatura y el pensamiento clásico.
Reniega de los premios que ha ganado (2017; etc.), destruyendo los poemas ganadores de cada convocatoria; y de las menciones honrosas recibidas, de cuyo nombre no quiere acordarse (2018, 2019, 2020).
Es autor del libro «Escatología. Poemas para un holocausto nuclear» (Ediciones Filacteria, 2024). También aparece en las antologías «120 poemas para Pablo de Rokha» (Ediciones Askasis, 2014. Chile), «Callejones de Palabras, Antología poética de Valparaíso» (Ediciones Caronte, 2019. Chile); y «Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer» (Estandarte, 2015. España).
«Creo haber nacido en la época equivocada. Debí nacer el último día del mundo», reza la inscripción en su lápida ya adquirida. Le han llamado poeta extemporáneo. Él no sabe qué significa extemporáneo.